Manuel tiene ahora 94 años pero… ¡quién lo diría! Debe ser, como dice él, porque no ha parado de trabajar en la vida, porque siempre ha sido un luchador desde que caminaba kilómetros y kilómetros para traer un trozo de pan que sirviera de alimento a sus hermanos en tiempos de la guerra.
Manuel no entiende cómo ahora podemos vivir como vivimos, en pisos uno encima del otro, sin apenas luz o con tomates que ni saben a tomates, como él me dice. A pesar de la insistencia de sus hijos, Manuel sigue viviendo en el pueblo, solo, con unas cuantas docenas de vecinos tan mayores como él. En verano todo el mundo los visita, pero los inviernos a veces son demasiado duros.
Yo soy voluntario de la Junta y lo llamo cada semana para saber cómo está… aunque creo que dentro de poco creo que tendré que llamarle para que me explique cómo cultivar y cómo poder vivir con menos en el campo. Ahora que estoy en paro, será tiempo de cambiar.
